Descripción: Tony Judt (Londres, 2 de enero de 1948 - Nueva York, 6 de agosto de 2010) fue un historiador, británico, escritor y profesor en varias ciudades.
Especializado en Europa, dirigió el Erich Maria Remarque Institute en la Universidad de Nueva York.
Fue colaborador habitual de la revista New York Review of Books.
Su madre y padre, eran de origen judío: su padre nació en Bélgica y de niño inmigró primero a Irlanda y luego a Inglaterra; por su parte, los padres de su madre habían emigado de Rusia a Rumania. Pero al igual que muchos otros padres judíos que vivieron en la Europa de la posguerra, los de Tony Judt le mandaron a la escuela hebrea, donde pudo empaparse en la cultura yidis. Esa experiencia marcaría su futuro.
Tony Judt ayudó a promover la migración de los judíos británicos a Israel. En 1966, tras haber ganado una posición en el King's College de Cambridge, tomó un año sabático y se fue a trabajar en el kibutz Machanaim. Cuando Nasser expulsó a las tropas de la ONU en el Sinaí en 1967, e Israel se movilizó para la guerra, como muchos judíos europeos, se ofreció a sustituir a los miembros del kibutz, que habían sido llamados a filas. Durante y después de la Guerra de los Seis Días, trabajó como conductor y como traductor para las Fuerzas de Defensa de Israel.
Tras la guerra, comenzó a pensar que la empresa sionista comenzaba a desmoronarse. De todos modos, su paso por el sionismo le dio la fuerza moral para poder decir lo que pensaba años después: “En los próximos años Israel va a devaluar, socavar y destruir el significado y la utilidad del Holocausto, reduciéndolo a lo que mucha gente ya dice que es: la excusa para su mal comportamiento”.
Formado en Cambridge, gracias al sistema de becas británico, y luego Tony Judt enseñó muy joven en el Reino Unido así como especialmente en los Estados Unidos, donde finalmente moriría, a temprana edad.
En Francia, al prolongar sus estudios, pudo conocer de cerca el ambiente de las grandes Escuelas parisina (que no admiró demasiado), precisamente en torno a 1968, pero no le atrajo la idea revolucionaria (se sentía más bien sionista, por entonces). Su gran descubrimiento, gracias al poliglotismo familiar y personal, fue el de textos de escritores polacos y checos, desde 1990.
El 4 de octubre de 2006, Judt tenía programado un discurso en el consulado polaco en Nueva York, pero fue cancelado. Según el periódico The New York Sun: «la aparición en el consulado polaco fue cancelada después de que el gobierno polaco decidió que las opiniones del Sr. Judt sobre Israel no eran compatibles con las relaciones de amistad entre Polonia y el Estado judío».
En 2008, a Judt se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica. A partir de octubre de 2009, quedó paralizado desde el cuello hasta abajo; murió en 2010.
Tony Judt se dedicó inicialmente a la historia de la izquierda en la Francia contemporánea, escribiendo dos monografías: La reconstrucción del partido socialista: 1921-1926 (1976) y Socialismo en Provence, 1871-1914 (1979).
Y, enseguida, Judt abundó sobre la historia intelectual de Francia: Marxismo e izquierda francesa (1990), y Pasado imperfecto: intelectuales franceses, 1944-1956 (1992), en donde incorporaba informaciones de sus lecturas de intelectuales foráneos. Por entonces pasaba por ser un experto en asuntos franceses contemporáneos, en un entrecruce de ideología, filosofía, política y literatura.
Tony Judt hizo una ampliación de horizontes con su libro ¿Una gran ilusión?: un ensayo sobre Europa (1996); pero volvió a intentar completar sus ideas sobre Francia, discutidas, pero de moda ya, con El peso de la responsabilidad: Blum, Camus, Aron, y la Francia el siglo XX (1998).
De otro tipo, fueron sus panorámicas posteriores:
Posguerra: una Historia de Europa desde 1945 (2005); y Sobre el olvidado siglo XX (2008), que recoge sus artículos en The New Yorker, que habían supuesto un giro personal y un lanzamiento mundial como comentarista y divulgador. Pues ha participado en muchos debates estadounidenses en los últimos diez años.
Se ha cerrado su obra con dos textos autobiográficos, muy difundidos: El refugio de la memoria (2010), dictado por Judt, y finalmente Pensar el siglo XX (2012), que es un largo diálogo mantenido con Timothy Snyder, un norteamericano de Ohio, veinte años más joven que él.
Era, pues, muy crítico con el pensamiento francés (también por otros motivos con personajes como Juan Pablo II o Tony Blair), lo que le condujo a ciertos desenfoques de su historia intelectual. Eso sí, sobre todo defendió a los "Estados democráticos y constitucionales fuertes, con una fiscalidad alta y activamente intervencionistas, que podían abarcar sociedades de masas", con lo que se opuso al triunfo financiero y sus avaladores en elsiglo XXI. En ocasiones, la percepción de esa realidad, ajena, le resultó complicada, pese a su gran eco mediático. Así, el 19 de julio de 1995, Judt publicó un artículo en The New York Times, alabando la decisión de Jacques Chirac de decir al fin la verdad sobre el comportamiento de la Francia de Vichy entre 1940 y 1945, y denunciando el comportamiento vergonzoso, según decía, de los intelectuales franceses; afirmaba que Jean Paul Sartre o Michel Foucault se habrían mantenido silenciosos por sus simpatías hacia el marxismo. Ese juicio lo haría extensivo a otros, como Roland Barthes o Jacques Derrida. Éste respondió en una conferencia parisina de 1997 recordando que, entre otras muchas acciones colectivas de denuncia previas, ya en 1992, varios autores (Debray, Castoriadis, Derrida, Sarraute, Boulez, Piccoli, etc.) habían escrito una carta abierta a François Mitterrand, para que reconociese oficialmente del papel de Vichy, aparte del absurdo de citar a Foucault como marxista, o de simplificar las críticas de Sartre o de otros a la historia nacional. Cuatro días más tarde, en julio de 1995, el profesor Kevin Anderson, de la universidad de Northern Illinois, publicó una carta en ese periódico, en esa misma línea, pero su eco fue limitado.
Eric Hobsbawm (amigo suyo, pero no íntimo, y muy criticado ideológicamente por Judt), escribió con cierta ironía a la muerte de éste: "Su fase francesa combinaba una impresionante erudición con, en mi opinión, resultados históricamente triviales". Y concluía: "se había hecho un nombre como académico agresivo; su posición básica era de tipo forense: no la del juez sino la del abogado de la acusación, cuyo objetivo no es la verdad ni la veracidad, sino ganar el caso. Preguntarse por las posibles debilidades de la propia posición no es crucial, aunque esto es lo que debe hacer el historiador de los grandes espacios, de los largos periodos y complejos procesos. Pero sus décadas formativas como acusador intelectual no evitaron que Tony se transformara en un historiador maduro, considerado e informado. (wikipedia)
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Pensar El Siglo XX
Postguerra una historia de Europa desde 1945